Las anotaciones están un poco de más cuando uno descubre que hay una historia que contar delante de uno y que es incontable, papel mediante. Así, estas se vuelven los recordatorios melancólicos de las cosas realmente significativas que nunca verán el papel. Así, también, se van los veranos, como una anotación tras otra y así cada verano, como los capítulos periféricos de una vida y de las posibilidades que, así como las historias, se le meten a uno de vez en cuando y que difícilmente puede llegar uno y estornudarlas, por lo que solo queda anotar y anotar, que para ese entonces es como rascarse la nariz, para que salgan.
Esta es de las salidas que dejan y que lo hacen a uno pensar que se puede escribir en cualquier lado; que ante todo esto de escribir tiene más que ver estar desesperado que con tener algo que decir o alguna de esas técnicas que hacen que lo que sea que uno diga, cuente. No estoy tan ebrio ni como Faukner ni como Poe. No soy norteamericano. No soy novelista. No soy, y lo entiendo y es quizás lo único que entiendo bien. No ser. Not-to-be; no por estar ebrio ni por estar en una shopería escuchando papas freírse y a Madonna, no por mi falta de boina, característica imprescindible del escritor moderno, ni por no estar en Paris siendo una especie de exiliado de segunda generación. No ser. No estar siendo, entendiéndolo: tiene que ver con el living lleno de machos alfa y mujeres alfa y sentirse desplazado y que no haya ningún campo de refugiados al que ir a dar. Tiene que ver con el balcón y con la extrapolación negativa de esa teoría que dice todo es una idea siendo soñada y que solo uno es real y sueña todo lo demás; uno no es real y nadie sueña nada. Bien extrapolado. Bien negativo.
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La vida se le va a uno como un cúmulo de pataleos sucesivos. Nada del todo nuevo. El problema viene con la exploración técnica del pataleo. Así nace la literatura: pataleo mediante. Nada muy nuevo tampoco. Mucho pataleo. Pataleo de hombres malos, de barba blanca y estudios espaciosos. Pataleo de periodistas ebrios. Pataleo universitario. Historia y teoría del pataleo. Estética modernista en el pataleo de Joyce. Pataleos varios de hombres letrados y por ende, llenos de objeciones: bua bua bua, pataleo. Pataleos futuristas y pataleo fantástico. Pataleos que nunca ocurrieron y que por eso, valen más. Pataleos rusos fomes de cinco mil paginas.
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Como algo ido, camino a la playa.
Como cuando se te caen las monedas de los short
y es siempre poca plata y mucho tiempo buscando en la arena.
Como una botella no retornable.
Como un comic usado.
Como llorar viendo los simpson
Como llenarse comiendo completos
Como el té afuera de la casa.
Como literatura de shopería.
1 comentario:
Hola Nac.
Me ha llamado la atención lo que planteas con respecto a esas técnicas que hacen que cualquier situación o reflexión, por banal o cotidiana que sea, de pronto cobre relevancia, sólo por ser una selección y mezcla códigos. Es precisamente eso lo que me gusta de escribir, ya que me permite decir lo que quiera y como quiera.. je..
Saludos.
PD: Ya no se te ve por SLSK.
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